Recapacito entre las sábanas de una cama empapada de sudor y lágrimas de nostalgia.
Pienso en mi capacidad de hacer y no en la verdad de las acciones. Es un día extraño, el sol atraviesa lentamente la piel de las nubes, últimamente le cuesta adaptarse a este clima tan variable.
Es tarde y mi rostro vuelve a representar el reflejo de un bohemio que trasnocha cuando no debe. Afortunadamente, la madurez ha hecho que las obligaciones de la rutina ganen la partida a la filosofía remolona y dormilona del malogrado Larra.
Es hora de dinar, no me agradan la comida con espinas, es extraña, me resulta insegura, esconde algo que no quiero, que duele. Abandono en mi intento de alimentarme, prefiero salir a la calle, zambullirme en las urbanidad violadora de la pureza.. la adoro.
Agotado, suspiro entre unos bancos del centro. Se me acerca una bocanada de viento que me pregunta si estoy loco. Creo que la pregunta es adecuada, pero tardía. Mi situación la tengo asumida, necesito una droga para sobrevivir, para danzar por la orilla de mi añorada isla.
La necesito.
Y mañana me reecontraré con ella.
Eivissa.
miércoles, 24 de marzo de 2010
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